Los dos episodios de violencia ocurridos en escuelas dieron lugar a fuertes debates en la sociedad. Por un lado parecieron confirmarse las presunciones de que se trata de un fenómeno imparable que va creciendo y por otro las autoridades aseguraron que se trata de casos aislados que no representan la realidad de los 500.000 estudiantes de la provincia.
Acaso la diferencia de miradas sobre el asunto pueda inscribirse en una conclusión representativa sobre la efectividad del tratamiento de la mal llamada “violencia juvenil”, pero de estos debates han surgido claramente las dificultades que tiene nuestra sociedad frente a una problemática que parece superar los límites que se consideraba “normales”. “La violencia escolar y el consumo de sustancias no son hechos aislados, sino emergentes de otras problemáticas como la angustia, el desamparo y la falta de escucha”, dijo la directora del Programa Universitario para el Estudio de las Adicciones (PUNA), Carolina Schargorodsky, que añadió que “los adultos tenemos que dejar de suponer lo que los adolescentes necesitan y construir soluciones colectivas”.
En efecto, en medio de la conmoción que se generó en Acheral por el ataque con arma blanca de un alumno a otro, se llegó a hablar de que las escuelas controlen la mochilas de los estudiantes y se planteó la incidencia del flagelo de la droga. Consultados los estudiantes de esa localidad y de la capital, señalaron que “hay peleas todos los días” y que otros casos de violencia “no se ven porque están normalizados y están en cierto modo disfrazados de bromas”; que después de la pandemia los problemas de consumo se aceleraron y que “todo viene desde la casa”... “Existe mucha violencia en la sociedad.... en las casas, dentro de la familia, también hay violencia. Los chicos ven eso y lo aprenden. Cuando llegan a la adolescencia se expresan así”, describieron.
Dos detalles importantes se expusieron: en primer lugar, que “la violencia empieza en las redes sociales” y que “los adultos se enteran cuando llegan a lo físico”. En segundo lugar, que los docentes no tienen suficiente autoridad -“no se hacen cargo”, dijeron los estudiantes de Acheral-. En este sentido, un estudio realizado para una tesis de Psicología llegó a la conclusión de que los docentes se sienten agotados por un exceso de demandas no académicas, como intervenir en situaciones de vulnerabilidad de derechos de los adolescentes, y que observan que se agudizaron nuevas modalidades de violencia a través de medios digitales. Advierten, en ese sentido, cómo circulan en las redes sociales los escraches o el bullying.
Es importante lo señalado por el Gobernador y la ministra de Educación en el sentido de que las medidas contundentes tomadas el año pasado lograron que terminaran las peleas callejeras de adolescentes de ese entonces y que los talleres de trabajo parecen haber hecho reflexionar a la comunidad educativa. Pero bueno sería estudiar estas señales que han aparecido ahora. Nos dicen algo de nuestra realidad y sería importante comprenderlo.